domingo, 20 de junio de 2010

ESTAMOS EN EL AIRE


VIAJE EN AVION 1

Estoy volviendo a Córdoba, el señor que tengo a mi lado comió las galletitas saladas que nos dieron y ahora no para de hacer un ruido espantoso con su boca, yo lo miro como para que se de cuenta, le dé apuro o algo pero no se hace cargo, sigue haciendo ese ruido espantoso. Este avión es muy incómodo. La fila de tres asientos que me tocó es angosto y el viejo hijo de puta que sigue haciendo ese ruido y no me deja concentrarme para escribir sobre otras cosas. ¿Lo hará a propósito? Es un ser desagradable. Está sentado a mi derecha, lee una revista y me roza con sus pelos mi brazo (con los pelos de su brazo, el pelo de su cabeza es corto). Ahora se saca un moco, es increíble. A mi izquierda hay otro señor. Sí, yo estoy al medio. Los dos deben tener la misma edad, rondando los 60 y pico. El de mi izquierda es más tranquilo y agradable. Cada tanto veo que el hombre estúpido de mi derecha no mire lo que escribo porque yo tengo apoyado mi cuaderno sobre la mesita rebatible del avión y este hombre perfectamente podría leer lo que estoy poniendo, pero él lee una revista, lee y cada tanto rezonga y sigue con su ruido, creo que no nos caemos bien mutuamente, a mi cada vez me cae peor. Pensé que no tenía anteojos pero tiene, con más razón podría leer lo que escribo pero no, está distraído con esa revista tan tonta como él que te ponen en el bolsillo del asiento de adelante. ¿Si el avión es para gente de plata por qué es tan incómodo y los asientos están tan pegados? Casi no puedo escribir, se me está por acalambrar el brazo porque lo tengo muy derecho para no pegarle con el codo a éste boludo. Ahora dejó de leer, estoy en terreno peligroso pero se giró hacia la ventana, acaba de darse vuelta e intentó mirar mi cuaderno, yo lo levanté rápido y él se giró hacia la ventana, me parece que se dio cuenta de algo raro. Sigue con el ruido, no tiene ningún tipo de pudor, cada vez lo hace más fuerte, es algo que hace mezclando dientes y lengua, como queriendo sacarse un pedazo de comida de los dientes pero ya es mucho, comió nada más que unas galletitas no es para tanto escándalo. Volvió a mirar, esta vuelta yo tapé lo que escribo con mi mano y me hice la que estaba pensando. Se sacó los anteojos, se refriega los ojos con una mano, con el dedo pulgar, el índice y el del medio, se los volvió a poner. Ahora sacó un caramelo, ya tiene otra excusa para seguir haciendo ruido con la boca. Por ahí tiene dientes postizos, es muy probable ahora que lo pienso. Estamos yendo por arriba de las nubes, ahora el avión se mueve un poco y me da miedo, eso me distrae del señor de la derecha, el de la izquierda es bárbaro, tranquilo, viene con su mesita baja y sus manos cruzando los dedos sobre la mesa, hace un jueguito con los dedos que me da hasta ternura. Acaban de pasar a retirar los restos del aperitivo, papelitos, vasos, esas cosas. El avión sigue bajando. Los dos señores levantaron sus mesitas, yo aún no, pero ya lo voy a tener que hacer. Las nubes están grandes y gordas, espesas. Acá arriba hay sol pero seguramente cuando las pase, Córdoba va a estar nublada. Ya anunciaron que hay que ponerse nuevamente el cinturón de seguridad, yo nunca me lo saqué así que me evito ese movimiento y puedo seguir escribiendo tranquila. Ya estoy viendo las afueras de Córdoba en los huecos que dejan las nubes. Acaba de hablar el capitán de la nave avisando que estamos descendiendo, ya lo sabía, uno lo puede notar si no duerme. Sé que el señor de mi derecha quiere que enderece la mesita, me doy cuenta porque la mira cada tanto. Estamos por pasar entre más nubes, las que hace un momento estaban bien abajo. El avión se mueve bastante. Cuanto más se mueve, más mira el señor mi mesita, no dice nada pero es como si lo pudiera escuchar: enderezá la mesita nena, no ves que estamos por aterrizar!? El capitán repitió que estemos sentados y con los cinturones pero no dijo nada de la mesita así que sigo escribiendo. A la mierda! Ahora sí que se mueve, cuanto miedo me da, aparte no se ve nada por las nubes. El señor paró con el rui, ah no, no paró, pero lo hace más pausado. El avión agarró un pozo, mientras más baja, más ruidos hace, más percibo la velocidad, más miedo me da. Viene una azafata, ella me va a decir algo seguro, se acerca, se acerca, me dijo lo de la mesita, a ella le tengo que hacer caso. Dejo sentado en el cuaderno antes, qué a minutos de llegar el señor de la derecha sigue con sus ruidos bucales y salimos de las nubes, ya empieza a verse la ciudad. (08/02/08)
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VUELO 2. Pienso y luego.........................

EL VERDADERO PESO DE LA BALANZA

El valor de las cosas que tienen valor y de las que no lo tienen.
El valor de hacer algo que otros no se animen.
Valorar eso que vos hacés y que yo hago pero vos no valorás.
Que valor tiene para mi, lo que para vos no tiene valor.
Cual es el valor de la verdad, de la mentira, de un disco, de un pasaje, de escucharte, de mirarte, de estar acá o estar allá, de estar con vos, de estar con él, de ser quien soy y no al revés. De triunfar allá o parar acá. Si pudiera pesar el valor de todas las cosas, incluso las abstractas, sería más fácil, se pondría en una balanza y ella marcaría que cosas tienen más peso o más valor. Así el valor sería siempre más objetivo y no lo determinaría el qué tiene más o menos valor para mi o para vos. Simplemente lo determinaría un objeto, esa balanza. Ahora, ¿quién determinaría el valor de la balanza?, ¿Otra balanza? Si, otra, y el de esa otra, otra. La balanza pasaría a ser como Dios porque qué otra cosa hay sobre ella que determine su valor, sino es más que ella misma? ¿Qué fue primero, el valor o la balanza?
Mientras escucho Amor por ti, por “Los ángeles negros” y escucho como un señor le dice Jorge a un niño que juega. Me resulta raro que un niño se llame Jorge, ese es un nombre para gente grande.

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Nunca lloré tanto arriba de un avión. Para colmo esta cosa se mueve. No puedo evitar recordarte todo el tiempo. La azafata pasa rápido hacia atrás. Me asustó. Hoy estoy con más susto que otras veces. Se me caen los mocos y las lágrimas. Caen en cantidades y al mismo tiempo. Me puse anteojos para ocultarme. Se deben dar cuenta lo mismo por el ruido. El ruido que hago con la nariz. Estoy al medio de dos tipos, nuevamente. Sentada al medio. Hubiera preferido la ventanilla, al menos el pasillo. Necesitaba sentarme en un extremo. Escucho música y cada canción que escucho me duele. El avión se mueve. Buenos Aires – Córdoba. Córdoba – Incertidumbre, miedo. No sé si hice bien o hice mal. Uno nunca debe saber. Tengo miedo de no saber. Tengo miedo de no poder. No poder, no sé que. Mañana voy a la psicóloga. Siento el cuello tenso. Tengo ganas de vomitar. En mi casa hay siete perros. Mi perra parió cinco cachorros. Los tuvo el 30 de marzo de 2008. Yo no estuve ahí. Escucho Noche de Ronda de Agustín Lara. Voy a empezar a llorar de nuevo. Lo presiento, me doy cuenta. No puedo sacarlo. Tengo sueño, un sueño raro. Estoy agotada. Me cuesta disfrutar las cosas lindas que me pasan. Yo estoy muy triste, será por eso. No sé como voy a entrar a mi casa. Quiero y no quiero llegar. Quiero y no puedo llegar. Los mocos se me siguen cayendo. No así las lágrimas. El llanto frenó por un momento. Si te pienso un poco me desarmo. Me desarmo de inmediato. Voy a dejar de escribir. Voy a intentar dormir. “Ultimo beso de amor” dice esta canción.

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